sábado, 20 de agosto de 2011

1985: las mejores vacaciones veraniegas de mi vida

Durante los meses de diciembre de 1984 y enero de 1985 llegaron a la cartelera porteña algunas de las películas que con más cariño recuerdo pues me retrotraen gratamente a mis 13 años. En retrospectiva esas vacaciones de verano -al menos en términos cinematográficos- fueron las más excitantes e inolvidables de toda la década. Como de costumbre mi tía Elba me sirvió de fiel escudero en esas excursiones por la calle Lavalle que para mi eran un placer y las aguardaba con mucho entusiasmo mientras cursaba el año lectivo en Concordia. Siempre viajaba para el receso escolar de julio y luego regresaba una vez más en enero. La temporada correspondiente a 1984 fue una de las más increíbles que haya generado Hollywood en toda su historia. La lista es interminable pero se pueden mencionar como ejemplos a Terminator, Érase una vez en América, Amadeus, Pesadilla en lo profundo de la noche, Indiana Jones y el templo de la perdición, Super Secreto, Un detective suelto en Hollywood, Tras la esmeralda perdida, El último guerrero espacial, Simplemente sangre, Splash!, Viaje a las estrellas 3: en busca de Spock; Conan, el destructor; Despedida de soltero, Doble de cuerpo, El mejor, Martes 13 IV: el capítulo final; Starman, el hombre de las estrellas; Purple Rain y un larguísimo etc.

1984 fue un año mágico e irrepetible para Hollywood


Como decía, fue un verano extraordinario ya que en cuestión de días pude ver filmes de enorme popularidad que llegarían a ser objeto de culto y motivo de veneración para toda una generación. Los títulos tienen un peso específico que sorprende: Gremlins, El Karate Kid, La historia sin fin, Los Cazafantasmas y uno que me quedó pendiente en ese momento porque sólo era apto para mayores de 18: Calles de fuego. En los 80's eran otras las estrategias empleadas por las distribuidoras: los tanques más fuertes se guardaban para Navidad y Año Nuevo. De ameritarse se cajoneaban por un largo tiempo sin ningún problema. Los cines reventaban de gente y eran salas enormes como el Atlas Lavalle, que contaba con casi dos mil asientos si sumamos la platea, el pullman y el superpullman. Asistir a una función de Los Cazafantasmas con una legión de chicos gritando, riendo, cantando y golpeando el piso al ritmo de la música, sólo puede ser calificada como una experiencia mágica. En una matinée en el cine Odeón de Concordia, varios meses después, volví a sentir lo mismo pero como el descontrol general fue tan grande me prometí a mi mismo no volver a concurrir en esa franja horaria si pretendía poder apreciar la película. Y nunca más volví a hacerlo... al menos en Concordia.

Una de las comedias más exitosas de la historia: Los Cazafantasmas


Vi Gremlins en el cine Luxor, El Karate Kid (¡dos veces!) en el Ambassador, La historia sin fin en el Monumental y Los Cazafantasmas en el glorioso Atlas Lavalle. Todas ellas fueron exitosas pero El Karate Kid alcanzó un récord imposible de superar: estuvo más de un año en cartelera (el cine Biarritz la programó por una cantidad de semanas insólita para una sala de segunda línea que vivía de los estrenos que descartaban las de mayor importancia). Hoy día algo así parece de ciencia ficción... Responsabilizo a este filme de John G. Avildsen de dos temas puntuales: primero, haber plantado en mi joven cabecita la disparatada idea de empezar a practicar karate pese a mis pésimas condiciones atléticas; segundo, despabilarme con respecto a las mujeres, en particular a las rubias californianas como Elisabeth Shue de la que quedé prendado por los siglos de los siglos. Si esto no es amor no sé qué es...

Más de un año en cartel: un récord absoluto


Los Cazafantasmas sin dudas fue el hito cultural pop de la década, auténtica usina de merchandising y productos varios (serie de dibujos animados, videojuegos, remeras, carpetas, llaveros, lo que sea, siempre con el famoso fantasmita logo de la franquicia) que entre otras cosas contó con una de las bandas de sonido con más copias vendidas (cuando comprar una BSO no era algo tan habitual). Ghostbusters claramente fue una película que atacó por múltiples flancos al espectador y le entró por todos lados sin pifiar ni un solo golpe. Y si encima la comedia sobrenatural de Ivan Reitman era divertida... ¿qué más se le podía pedir? 

Un bombardeo de marketing para un hito del cine
 
Sin contabilizar sus propios filmes como director/productor, Gremlins ha sido la primera producción de Steven Spielberg dirigida por un tercero que he visto en mi vida. Sólo Joe Dante, con su típica acidez y malevolencia, era capaz de narrar un cuento navideño tan terroríficamente alegre. La música de Jerry Goldsmith me llamó la atención (para mi gusto Goldsmith es el mejor compositor en la historia de Hollywood) y las criaturitas (en especial Gizmo) fueron una creación genial de Chris Walas. La mitología de los gremlins escrita por Chris Columbus en su primera colaboración como guionista con Spielberg (le seguirían nada menos que Los Goonies y El secreto de la pirámide) causó una impresión sensacional entre el público juvenil. Aprovechando la moda de adaptar sucesos del cine a la literatura -con Indiana Jones y el templo de la perdición como caso modelo- era perfectamente posible conseguir la novelización de la película. Libro que, por cierto, aún conservo en algún lado. Como en Los Cazafantasmas, es incalculable la fortuna que amasaron los inversores de Gremlins mediante el intrusivo uso de la mercadotecnia. 

¿Quién no soñó con tener un mogwai?


La historia sin fin ha sido el film infantil por antonomasia desde su estreno en enero de 1985. Los personajes de Atreyu, Bastian, el dragón Falkor y la Emperatriz deben figurar entre los más bienamados por toda una generación que creció viendo la película editada en video por AVH una y otra vez sin cansarse... El aspecto visual de esta noble fantasía mancomunaba el trabajo de múltiples artistas organizados con germánico rigor por el talentoso realizador Wolfang Petersen. La música de Klaus Doldinger y el legendario Giorgio Moroder así como la canción NeverEnding Story del cantante pop inglés Limahl aportaron su cuota de inspiración a un producto que si bien técnicamente ha perdido solidez sigue conservando inalterable su encanto.

Un clásico del VHS para una generación de chicos


Por su parte Calles de fuego es una obra maestra de Walter Hill que recién pude descubir en 1987 cuando tuve videocasetera. Las hermosísimas canciones de Jim Steinman con los años me condujeron directamente a Meat Loaf, majestuoso intérprete (también ocasional actor) que explotó como nadie las virtudes compositivas del primero. Para los parámetros actuales la violencia de Calles de fuego apenas si sería apta para mayores de 13 años. No sé qué pensar de esto pero sospecho que no habla muy bien de nosotros como sociedad. A Diane Lane nunca se la vio tan bonita como en esta película y Michael Paré jamás repitió un papel de esta trascendencia con la excepción de Experimento Filadelfia... casualmente también de 1984.

Una fábula de Rock & Roll, rezaba el slogan...


Cierro este post tomándome la atribución de modificar la sentida frase final de Cuenta conmigo: "Nunca más volví a ver películas como las que ví a los 13 años... ¿alguien, alguna vez, lo ha hecho?".


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